Diversos arqueólogos han revelado que, junto con varias especies de Opuntia y biznagas, las cactáceas columnares fueron algunos de los principales recurosos utilizados por los humanos durante la prehistoria de Mesoamérica. Smith (1967) encontró restos de nueve especies de cactos en excavaciones de cuevas del Valle de Tehuacán (Puebla), de las cuales seis eran cactáceas columares. Callen por su parte, encontró que en coprolitos humanos (8 500 - 7 000 años A.P.) los restos de cactos, opuntia, cactáceas columnares y otras no identificadas, fueron parte de la dieta de comida silvestre, junto con semillas de setaria, raíces de pochote, ceiba, parvifolia, hojas de maguey y carne.